Hace algún
tiempo, que no dejo que mis dedos tecleen las palabras que afloran en el
silencio de mi mente, en las ansias de mi alma, en el manantial de vida llamado
corazón.
Hoy después de
algunos años, creí que la madures había llegado también a los pensamientos
silentes, palpitantes de todo el sentir de mi esencia de mujer.
Pero las ganas
siguen siendo las mismas, pueden que lo pausado sea el envoltorio más
apasionado, pues se disfruta el más leve y cálido respiro sobre la piel.
El rastro que
deja las yemas de tus dedos en mi piel son más notorias, pues son evidentemente
más sentidas, y no porque la dermis se ha tornado más fina. Sino porque el
tiempo no es constante en ningún instante. Y no hay prisas de llegar a lado
alguno.
La mirada se ha
tornado más penetrable y lo tácito se torna presencia y verbo.
Hace algún tiempo
que lo que parecía encubierto estaba expuesto al roce del viento, al mismo frío
del invierno, pero jamás lejano de mí ser.
Sigo trayendo a
mi mente el aroma ardiente de tu piel, sigo escalando cada rincón donde tus
manos dejaron huellas, sigo sintiendo la presencia de tu esencia en el blanco
lienzo de mi alma
Bajo esas
estrellas, sumergidos en el agua en un frenético abrazo entregados en un solo
cuerpo, a la descubierta del éxtasis de la vida, inundados de una irrealidad
que jamás se tornaría en eje de nuestras realidades. Pues aunque buscamos un
solo emerger, sucumbimos en encontrar un camino juntos.
Hoy soy la
amalgama que moldaste, soy la explosión de lo que redescubriste y sigo siendo tu
más sublime pensamiento en noches de luna llena, donde se mezcla el aroma del
almizcle y el incienso de canela.
Soy ese trinar de
aves entonando la melodía de gemidos y así el grito broto por primera vez junto
al torrente.
Sigues
cohabitando en el espacio único que recreaste en cada instante sublime. Sigues
siendo el autor de mi despuntar de mujer, el artífice del primer orgasmo
alcanzado a dos. Sigues estando y sigues existiendo. Aunque no sea la presencia la esencia, pero
siempre será más allá del horizonte la fuente única del estremecer de mi piel, serás
siempre el vuelo del cóndor.
Serás la suave melodía al escuchar Enya o Budha
Bar. Serás cada nota sobre las líneas paralelas de nuestra
partitura.