Ayer en la penumbra
de la noche, el viento agitaba el ventanal
Los días se
agotan y la esperanza cada vez es más etérea.
El dulce aroma
llega a mí creyéndome despierta, sé que estoy soñando
O al menos eso
creo, pues hace algún tiempo mi consciencia deambula
Entre la fantasía
y la realidad nefasta de las incongruencias
Se rasga el alma,
y el corazón tantea vivir, llevando su ritmo
El deseo es
instante que se viste de vacua y el miedo deja de estar
El aroma y el
canto del silencio abrazan mi cuerpo
No quiero nada
realmente,
porque lo que he
deseado verdaderamente lo he perdido.
Es el tiempo y
nada más que él que me mantiene viva.
Es el corazón que
vive por mí, pues mismo herido sigue jadeante
Y el amor jamás
muere, está presente mismo en los temores de la soledad
Intente construir un castillo que perdurará en el tiempo, y vasto el roce
de una ala
desplazanado tan solo una piedra, para que roca a roca fueran cayendo más
allá del acantilado
Donde el invierno las cubrirá de musgo, y el tiempo consorte del olvido
No ha aprendido que el amor no muere, y duele cada despertar, las heridas
están.
Quiero no estar, aunque estando estoy ausente.
Y es por ti que aún sueño.
Lo absurdo no entiende que el amor no muere.
Y la razón olvido que el amor
es eterno.