12 de marzo de 2011

Un abrazo de Hermandad con el pueblo Japonés



"Una mujer en Rikuzentakata, lleva a su nieta la madrugada del sábado mientras se evacua a tierras más altas después de una sirena advertir que otro tsunami se acerca a las costas del Japón". Uno de tantos parágrafos en inmensas noticias que me han hecho estremecer.
Esta imagen creo que puede expresar la fuerza que golpeo las costas de Japón, su gente, sus sueños, su esencia humana.

Vivo en Holanda y cada primer lunes de mes, al medio día suena una sirena que quiere mantener viva en el recuerdo de los Holandeses la invasión alemana, la guerra y la libertad de un País devastado por la guerra.
Solo imaginar ese sonido aterrador ante un peligro inminente debe ser espeluznante.

Una catástrofe implica un suceso negativo, a menudo imprevisto y brutal que provoca destrucción material y la más grave de todas, pérdidas humanas, ocasionando un gran número de victimas y una desorganización social importante. Muchas veces los efectos de esa destrucción perduran en el tiempo. Cuando hablamos de catástrofes hablamos de desastres naturales y de sucesos producidos por el Hombre incluyendo accidentes tecnológicos hasta crisis sociopolíticas y guerras.

Fritz describe esto como: cualquier hecho agrupado en el tiempo y espacio, en el que una sociedad o una parte relativamente autosuficiente de la misma, vive un peligro severo, pérdidas humanas y materiales y, en el que la estructura social se rompe y la realidad de todas o algunas de las funciones esenciales de la sociedad se ve inhabilitada”

Realmente esta definición nos habla más en los efectos sociales que en las características físicas del desastre.

He seguido muy en primera línea el Terremoto del Japón, el Tsunami y la vigilancia de las centrales nucleares, y a pesar de que Japón es un País industrializado de gran riqueza, me sensibilizo como Venezolana su organización social. Muchos dicen que por tratarse de un país acostumbrado a terremotos su conducta es más metódica, pero más que ello pienso que nuestra vulnerabilidad humana siempre precederá a nuestra racionalidad.

Una realidad que hoy confirmo es esa primera conducta colectiva de estupor e inhibición, así se ve a los sobrevivientes emerger de los escombros, impactados por el choque emocional. Una sociedad organizada como Japón se fortalece en ese esperar y saber cual es su papel primordial ante la catástrofe. Es algo que debemos elogiar y aprender. Saber que cumpliendo mi rol, permito que otros desempeñen el suyo de la mejor manera, es asi que ellos al parecer logran salir adelante. Aunque sus miradas, y pensamientos sean como los del común de los mortales. Que paso? Que hago? Dónde…? Respuestas que de inicio jamás tendrán más que la respuesta, Estas vivo.



Las diferencias culturales marcan sin duda alguna diferencias en el comportamiento de las sociales ante una misma catástrofes. No quiero imaginar que ocurriría en nuestras sociedades ante esta situación similar.

Pero más que un tema de catástrofe, control, como enfrentar o no una situación similar prefiero que sea mi lado no raciones que exprese el sentir ante hechos como estos. Silenciar y hacer una oración por cada una de las personas que en este instante viven en primera persona las consecuencias de dicho desastre.

Quiero mirar esas miradas, abrazar esas personas, mismo en mi distancia y sosiego y decirles que me uno a ellos en su oración interior. Que junto a ellos siento su vulnerabilidad y miro la esperanza de que las repercusiones de este sismo, tsunami no vayan a peor.

Por quienes.....

......hoy precisan de saber que no están solos.
Que muchos abrazamos vuestro dolor
con la esperanza de que sea menos duro vuestro caminar
entre muerte, destrucción.
Una Luz que nos hermana, un dolor que nos acerca
un murmullo universal.
Por ustedes enciendo una flama y elevo una oración.


Recados