25 de noviembre de 2015

Noches de luna llena


Hace algún tiempo, que no dejo que mis dedos tecleen las palabras que afloran en el silencio de mi mente, en las ansias de mi alma, en el manantial de vida llamado corazón.

Hoy después de algunos años, creí que la madures había llegado también a los pensamientos silentes, palpitantes de todo el sentir de mi esencia de mujer.

Pero las ganas siguen siendo las mismas, pueden que lo pausado sea el envoltorio más apasionado, pues se disfruta el más leve y cálido respiro sobre la piel.

El rastro que deja las yemas de tus dedos en mi piel son más notorias, pues son evidentemente más sentidas, y no porque la dermis se ha tornado más fina. Sino porque el tiempo no es constante en ningún instante. Y no hay prisas de llegar a lado alguno.

La mirada se ha tornado más penetrable y lo tácito se torna presencia y verbo.

Hace algún tiempo que lo que parecía encubierto estaba expuesto al roce del viento, al mismo frío del invierno, pero jamás lejano de mí ser.

Sigo trayendo a mi mente el aroma ardiente de tu piel, sigo escalando cada rincón donde tus manos dejaron huellas, sigo sintiendo la presencia de tu esencia en el blanco lienzo de mi alma

Bajo esas estrellas, sumergidos en el agua en un frenético abrazo entregados en un solo cuerpo, a la descubierta del éxtasis de la vida, inundados de una irrealidad que jamás se tornaría en eje de nuestras realidades. Pues aunque buscamos un solo emerger, sucumbimos en encontrar un camino juntos.

Hoy soy la amalgama que moldaste, soy la explosión de lo que redescubriste y sigo siendo tu más sublime pensamiento en noches de luna llena, donde se mezcla el aroma del almizcle y el incienso de canela.

Soy ese trinar de aves entonando la melodía de gemidos y así el grito broto por primera vez junto al torrente.

Sigues cohabitando en el espacio único que recreaste en cada instante sublime. Sigues siendo el autor de mi despuntar de mujer, el artífice del primer orgasmo alcanzado a dos. Sigues estando y sigues existiendo.  Aunque no sea la presencia la esencia, pero siempre será más allá del horizonte la fuente única del estremecer de mi piel, serás siempre el vuelo del cóndor. 

Serás la suave melodía al escuchar Enya o Budha Bar. Serás cada nota sobre las líneas paralelas de nuestra partitura.