7 de julio de 2008

Como la savia misma.


Dicen que la memoria de los árboles es eterna
No se de la dimensión de su eternidad, pues muchos ya existían cuando naci
Y ciertamente verán como dejo mi piel antes que ellos perezcan.
Pero su agitar constante silbando ante las caricias del viento
Me hacen sentir la inmensidad de la llama del Amor.
De ese amar que se torna ternura, calidez, protección, abrigo
Y ante tu esencia los afectos y los abrazos, las miradas, el respirar
Y el palpitar de tu pecho unido al mío en un beso lento y calmado
Desabrocha la cubierta del piélago que cubren los deseos
Para avivarnos el deseo de transportarnos más allá de nuestros cuerpos
Cuando siento su robustez, imagino mi cuerpo aferrado al tuyo
En sentires que estallan cual cometas en el firmamento
Recreándonos una noche silenciosa, en un rincón tan oscuro
Dónde los astros brillan intensamente.
Cuando siento la vida que bulle en forma de savia a través de tu tronco
Aparentemente envejecido por la corteza irregular
Siento embullarme en el calor de los brazos de quien amo con pasión.
Y cada contacto envuelta de magia, ambos ofrendamos la vida misma
Sin razones ni quebrantos. Silbas con el paso del viento que te ondea
Yo gimo de placer tras el roce de la cercanía de su cuerpo.
Yo en el fraguando la vid hecha licor y elixir al a vez
Pócima que mezclada a su sabia culmina en el descorchar en un brindis
Al éxtasis sublime del amor refrendado en lujuriosa pasión.