16 de abril de 2008

En tus manos un pincel de rosas y tulipanes...

Cuando la noche revela la soledad de mi lecho y mis manos hurgan en la almohada vacía, buscando sentir el calor de tu piel, sólo una imagen soy posible de recrear la tuya.
Sin tiempo ni espacio, sólo una efigie se alza con cuerpo y esencia, presente en mis sudores cual rocíos de plata.
Mismo ausente, permaneces presente en cada roce de mis manos sobre mi piel, intuyendo las tuyas.
Abriendo senderos ávidos de ti, un corazón que palpita inclemente, unos labios que perfilan los tuyos en secreto, así te pienso así te anhelo en mi piel, en mi sudor, en cada comisura que se abre para albergar tu esencia.
Cuando se adentra la noche la silueta difusa va tomando forma y espesor, y el roce de mis manos sobre tu piel que palpita a modo de estallar junto a la mía.
Eres mi reclinar del tiempo en busca de reposo, entre tus piernas hundo mi rostro cual parto húmedo en busca del néctar que apremia y destila, lujuria nata que se desborda como vino en una copa de cristal, que al roce de los dedos humedecidos en el borde frágil emite gemido.
Tus manos desojan la azucena que derrama el néctar dulce en tus labios, sedientos de más.
En eterno ímpetu inventamos el vuelo al infinito y en la mirada buscamos mermar las distancias para sitiarnos en la magia de un cubrirnos ceñidos por la lujuria y violenta pasión.
Eres el humo que se expande en mí, circundándome, humedeciéndome el deseo, anhelo ardiente despertando al sentir tus labios y tu lengua sorbiendo de mí.
Como si en cada sorbo llenas la vida que adentras en mí. Y al usar mi cuerpo cual paleta de colores, con rosas y tulipanes violeta reemplazas el pincel, tornándome el lienzo perfecto para desleírte en mi, entre gemidos mis manos se prensan, mi espalda se curva, la garganta explota en gemidos y el manantial estalla abrazando, convulsionando en el latir de tu cresta desbordada, palpitante, acalorada.